Cuando él está así.
Sé que no debo acordarme de ti, ni siquiera para esto, al igual que sé que el hecho de que te me vengas a la mente mientras estoy así, tan cerca de él, me hace hasta sentirme culpable, aunque la razón por la que eso ha ocurrido sea bastante lógica.
Ahora lo entiendo todo, con él he llegado a entender todo… no sabes lo difícil que fue, lo que le ha costado, entre consciente e inconscientemente, lograr eso… pero por fin lo ha hecho, con creces.
Cuando él está así, siento que todo va mejor. Que ese problema que hasta hace un segundo me agobiaba profundamente, ahora tiene una posible solución y para nada motivos para que me preocupe, que nada es tan malo como para que no pueda arreglarse mañana, que las cosas que van mal simplemente son pasajeras, y más pronto que tarde se pondrán bien, casi solas.
Ya ves, qué forma de pensar tan diferente a la que tú conocías, ¿Verdad?
Sí… opino que es verdad que nunca fui demasiado optimista, que siempre he sido de ponerme en lo peor, de que me preocuparan las cosas incluso más de lo debido, de darle muchas vueltas a la cabeza, de hacer mil hipótesis sobre lo que pudiera pasar… y también sé que, en un momento (pero tan pequeño, tan corto) tú, quiero pensar que queriéndome y preocupándote por la relación (aunque a veces demasiado, me atrevería a decir), intentaste ayudarme… Y puedes estar segura de que, en ese momento, ese simple esfuerzo en intentarlo ya me servía… pero luego todo cambió, y por supuesto que no fue por este detalle.
Supongo que no eras cómo yo pensé, a pesar del tiempo que estuve contigo, el cual no fue poco ni mucho menos. Supongo que nadie se hace previsible aunque pasen los años y sigamos viéndonos cada día, o quizás me desgaste, dejé de quererme, de querer aquello que teníamos poco a poco, o simplemente nunca lo quisimos, y ambas lo confundimos y creímos que sí… con el paso del tiempo esta opción ha sido la que ha cobrado más fuerza en mi mente, por si te interesa.
Pero en fin, cómo te decía (no puedo hablar muy alto, no quiero que se despierte), un día todo cambió, por lo que fuera, y me llegué a sentir muy mal… demasiado mal. Yo no estaba acostumbrada a sentirme así, nunca le había tenido demasiada fe a esto de las relaciones, y contigo sí di el paso… y verme en medio de ese agobio, en ocasiones de la soledad teniendo pareja me desconcertó tanto que ni siquiera sabía muy bien quién era yo, quién eras tú, qué hacíamos ahí.
Te quería, puedo jurarte que te quería, pero veía cómo me iba de tu lado poco a poco, cómo se desvanecía todo lo que un día creímos (o creí) que alzábamos… no sabes cómo dolieron todas esas veces de necesitar tu amistad, salir con mis amigos y no encontrarte, verte tras una pared de celos, infranqueable, acorazada… no sabes cómo dolieron todas esas veces de contarte alguna cosa y ver cómo no te importaba lo más mínimo, cómo te sentaban mal más aún yo no había hecho nada, o eso al menos, eso pensaba yo… Cómo la comunicación entre nosotros cada vez iba a menos, y mientras que a mí no me importaba de cara a los demás, a ti parecía importaste demasiado. Pero yo seguía igual, con mis amigos, con mis cosas, con mi vida… y sentía que no necesitaba a mi lado esa versión de ti, que el día que me perdieras no iba a suponer demasiado cambio en esa vida.
¿Sabes lo que es sentirse así, día tras día? No, claro que no… al menos, no conmigo. Yo pude cometer mil errores, igual que los seguiré cometiendo en toda mi vida, pero jamás hubiera actuado de esa forma, jamás hubiera dejado que te consumieras en tus dudas y preocupaciones y hacer cómo si no lo supiera… eso fue cobarde y enfermizo, pero desgraciadamente no fue lo peor ni lo único.
Llegué a la conclusión de que igual era que no existían las relaciones tal y cómo yo me las imaginaba, igual tenías razón y lo que me pasa es que tengo miedo al compromiso, (y así y todo, quiero recordar, que nunca me habían llamado demasiado la atención) que no se llevaba eso de que tu pareja también fuera, principalmente fuera, tu amiga, un amigo en la que apoyarse, en quien confiar en todo y para todo, a quien contarle tus preocupaciones y problemas y viceversa; que tal vez la cosa no iba por ahí, y que tu pareja era alguien con quien estabas a gusto, tenías sexo, compartíais muchos momentos juntos, buenos y malos, pero para esas cosas ya estaban los amigos. Igual nuestro principal problema fue ese, en no tener clara la relación, o el haber tenido antes una amistad… Fíjate hasta qué extremo llegué… y, gracias a Dios, lo equivocada que estaba.
Una de las últimas noches, donde ya todo era insostenible, recuerdo que tuvimos una conversación, si es que se puede llamar así, en la que me hiciste una pregunta.
Acabábamos de llegar a mi casa, que esa noche no estaba sola, todo lo contrario. Habíamos salido con mis amigos, y tu dedicación toda la noche fue a estar “en contra” de ellos, a ir de un sitio para otro, enterrando a todo el que miraras y recuerdo bien que ese día te necesitaba más de lo normal.
Mientras te esperaba retirada, te comenté algo de esto, por supuesto, sin tantos detalles, sin darle tanta importancia, y sin hacerte saber que me dolía tanto, y recuerdo bien lo que me contestaste.
- Es que yo tengo más sentimientos que tú, y nunca se sabe lo que puede pasar. Actúo por instintos y si me jode algo lo exteriorizo. En cambio, tú, parece que no sientes las cosas y ahora dime… ¿Qué es lo que quieres? O mejor me lo cuentas en casa, al fin y al cabo, las borrachas sois las únicas personas que decías la verdad.
Pero mejor recuerdo lo que te conteste, a pesar de lo que me dijiste.
- Es que yo tengo más vida aparte de ti, y nunca se sabe lo que puede pasar. Yo estoy contigo, y estoy bien, pero nunca se sabe hasta dónde podemos llegar, y no voy a estar contigo esta noche, dejándolos a ellos.
¿Tú entiendes eso?
Pasaron tantas cosas en ese momento por mi cabeza que no respondí nada más, que me quedé sin palabras. Ese tono tan ofensivo, esa manera de interpretarlo que parecía que yo te había dicho que no vinieras esa noche, por estar con mis amigos o que estuviera contigo y no con ellos, cuando lo único que necesitaba era sentir que la que se suponía que era mi pareja me quería… no, no contesté.
Me miraste, creyéndote haber triunfado, y ya no hubo más palabras.
Cuando recuerdo esas cosas, es cuando más me gustaría enseñarte esto; no restregártelo, ni gritarte diciendo que esto era a lo que me refería… nada de eso, simplemente que lo pudieras ver.
Cuando él está así, dormido, y me busca la mano a tientas, y la agarra suavemente, sé que él es el que yo buscaba.
Cuando le veo tan feliz hablando con sus amigos, y yo estoy al lado y para nada me siento apartada o excluida, cuando sus amigos se están haciendo mis amigos poco a poco y al revés, cuando puedo estar dos días sin verle, o una noche que estemos juntos menos de lo que en un principio creíamos, por la razón que sea, y sigo pensando que soy lo que más quiere en el mundo, sé que es él el que yo buscaba.
Cuando él está así, con esos ojitos clavados en mí, y yo sé que es feliz, y que yo soy culpable de ello, es cuando lo vuelvo a saber.
Cuando tengo algún problema y, aun con tu recuerdo reciente, evito que él se dé cuenta para que no se moleste o algo parecido, y aun así él lo adivina y se esfuerza en que me entre en la cabeza que él ante todo es mi amigo, y que cuente con él para lo que sea; cuando es a él al que le ocurre algo y sus ojos llorosos me buscan, me cuenta lo que le pasa y me abraza sin dudas… ahí es cuando sé que es lo que yo buscaba.
Sé que una relación, una verdadera relación en la que los dos lo den todo, sí que es cómo yo creía, y entonces, así sí que merece la pena esto.
El saber que hay alguien a tu lado que daría todo por ti, que no tienes la más mínima duda de ello, y que sigues sin tenerla cuando os enfadáis por cualquier cosa.
¿Sabes? Quiero que encuentres algo así, de verdad. Quiero que veas la diferencia, que te sientas cómo me siento yo, y que llenes ese gran vacío que te hace ser tan triste, aunque ya nada de lo que hagas podrá compensar todo aquel tiempo; de todas formas, ni creo que lo quisieras hacer, ni yo necesito ya que lo hagas.
Yo le tengo a él, y todo es perfecto.
Cuando él está así, conmigo, y entonces le miro mientras vemos la tele, y observo cómo sus ojitos van cerrándose lentamente de sueño, cómo un niño pequeño, y finalmente acaba echando su cabeza en mi pecho y recostándose… créeme, no hay sensación más bonita en el universo.
Ya no te voy a recordar más, ni lo bueno, ni lo que te quisé y me hiciste sufrir.
Ya no, hoy será la última vez. Me lo prometo a mí misma.
Por cierto, eso es otra cosa que he descubierto… hay gente que promete cosas y las cumple. Él me lo ha demostrado.
No sé hasta dónde llegaremos, ni qué pasará entre nosotros… pero sí sé que él se está entregando al cien por cien, que lo está dando todo, que comete fallos cómo lo hago yo, por supuesto, pero que está implicado en esto y que pone su corazón en que esto salga bien, y que eso es lo más importante para que los días pasen, y sigamos tan bien como el primer día.
Ahora, dime.
¿Tú entiendes eso?